En Occidente

EL OCCIDENTE Y LA GUERRA SANTA

Tomando la tesis de Marius Canard, encontramos tres elementos que condicionan la idea de una Guerra Santa. Primero, debe realizarse por una causa justa, tal como la defensa del territorio o las leyes, o la recuperación de bienes; segundo, como una necesidad mayor y única forma de corregir una injusticia; y tercero, debe ser guiada por una autoridad representativa (Canard, 1936). Para sostener la tesis de Canard solo necesitamos un ejemplo claro que aplique a Occidente y Oriente, y éste radica en la importancia de la ciudad de Jerusalén tanto para cristianos como para musulmanes durante el siglo XI.
1°- Para los cristianos la causa justa es recuperar el lugar donde Jesús dio la vida por todos los cristianos, mientras que para los musulmanes es el lugar donde el Profeta Mahoma ascendió a los siete cielos.
2°- La forma de corregir la injusticia para cristianos y musulmanes se trata de liberar la ciudad del infiel, del enemigo de la religión propia.
3°- Urbano II, en Occidente, realizó el llamamiento a la Cruzada en el concilio de Clermont el año 1095. Mientras que en Oriente, el Yihad pudo ser llamado por los Califas, pero no se concretó hasta después de la conquista de Jerusalén por los Cruzados. (Melo, 2007)
Para Paul Alphandéry (Alphandéry, 1959) la Guerra Santa conlleva a la remisión de los pecados, a la indulgencia, a través de la sangre vertida en la propia guerra. José Marín, por su parte, destaca que existe un elemento que define y caracteriza a la Guerra Santa, el cual se relaciona directa y estrechamente con la idea de Guerra Santa de Paul Alphandéry. Para Marín una Guerra Santa es aquella en la que, junto a la remisión de los pecados, existe la recompensa del martirio a aquellos que, retomando los postulados de Canard, mueran en el campo de batalla defendiendo una causa que debe ser justa y legítima (Marín, 2003). De acuerdo a diversos cronistas presentes en el Concilio de Clermont en noviembre de 1095, sí existió una promesa celestial de parte del Papa Urbano II a los peregrinos que dirigieron su rumbo a la ciudad de Jerusalén para liberar a los cristianos de Oriente y los Lugares Sagrados de la cristiandad. Podemos encontrar en el relato de Foucher de Chartres el siguiente fragmento sobre las recompensas celestiales que son ofrecidas y destacas por Paul Alphandéry y José Marín:

En cuanto a aquellos que partirán, si pierden la vida, sea durante la ruta por tierra, sea atravesando los mares, sea combatiendo a los idólatras, todos los pecados les serán remitidos en ese momento; este favor tan precioso yo lo concedo en virtud de la autoridad por la cual he sido investido por Dios mismo (Marín, 2003, citando a Foucher de Chartres, pág. 141).

De la crónica de Guillermo de Tyro podemos encontrar fragmentos que sustentan aún más la tesis de Alphandéry y Marín. Siempre destacando la importancia de las recompensas celestiales otorgadas por Urbano II a quienes mueran por la causa justa.

Que quienes mueran en esos lugares con verdadero arrepentimiento, no duden ni un momento que obtendrán indulgencia por sus pecados, y que alcanzarán los frutos de las recompensas eternas (Marín, 2003, citando a Guillermo de Tyro, pág. 142).

Carl Erdmann propone que una Guerra Santa en Occidente se debe entender como un servicio armado a favor de la Iglesia (Marín, 2003, citando a Erdman, pág. 76). Existen diversos autores que se basan en la tesis de Erdmann. Uno de ellos es Steven Runcimann, quien afirma que la Guerra Santa aparte de ser un servicio armado a favor de la Iglesia, se hace por los intereses de la misma (Runciman, 1951).
Otro importante y destacado estudioso de la Guerra Santa es Jean Flori (Flori, 2003), quien descarta la tesis de Jonathan Riley-Smith. Tesis que sostiene que no existió martirio en la Primera Cruzada, y que sería una noción creada por los mismos guerreros en combate (Riley-Smith, 1993). Esta tesis puede ser descartada con las crónicas del llamamiento a la Cruzada de Urbano II escritas por Foucher de Chartres y Guillermo de Tyro, entre otros, los que destacan el martirio de aquellos que mueran en peregrinación o combate por la causa justa de la Iglesia.
Flori basándose principalmente en la tesis de Carl Erdmann, sostiene que la Guerra Santa, en Occidente, es una derivación de la idea de la Guerra Justa[1] de San Agustín de Hipona. Su teoría se basa en que Dios no ha descartado el uso de la guerra, incluso la ordenó en antaño[2]. Para Flori, una de las principales ideas que sustentan la Guerra Santa, es la legitimación directa de Dios y sus lugartenientes (Flori, 2003).
Para Vicente Cantarino la Guerra Santa es un concepto propio del mundo islámico que el cristianismo debió utilizar como respuesta a la agresividad musulmana hacia Tierra Santa. Es decir, una acción en defensa propia o una agresión protectora de los intereses de Dios en la tierra y de la cristiandad contra la amenaza musulmana (Cantarino, 1980). Nuevamente es posible apreciar que la Guerra Santa en Occidente nace por la idea de una causa justa, tal como ya propuso M. Canard en 1936, como recuperar Jerusalén. Por su parte J. Riley-Smith propone que la idea de Guerra Santa en Occidente apareció y se desarrolló por motivos que no eran islámicos (Riley-Smith, 1993).
James A. Brundage sostiene que una Guerra Santa es aquella en que existe un beneficio espiritual para aquellos que participen de la guerra. Además propone que de acuerdo al pensamiento de los siglos XI al XIII, existían cuatro puntos (Brundage, 1976) que se debían tomar en consideración al momento de iniciar o llamar a una Guerra Santa. Estos puntos son 1) La autoridad para iniciar la guerra; 2) El poder para hacer la guerra; 3) Las limitaciones en materia de conflictos armados; 4) Los derechos de propiedad y de responsabilidad por daños y perjuicios sufridos como consecuencia de las hostilidades.
Un análisis más extenso sobre la conceptualización de Guerra Santa es el que realiza James Turner Johnson. Se basa en al menos diez características que debe cumplir una guerra para ser considerada como Santa (Johnson, 1997). Muchos de los elementos que Johnson propone ya han sido mencionados en otros autores, como por ejemplo Canard, pero aun así se destaca esta tesis debido al grado de análisis realizado por el autor para comprender y aproximar al lector a una idea de Guerra Santa vista desde la tradición Occidental. José Marín realizó un completo análisis a la tesis de Johnson, destacando los siguientes elementos que éste considera fundamentales para realizar una aproximación al concepto de Guerra Santa en Occidente. 1) La Guerra Santa debe realizarse bajo la guía divina; 2) Se combate por la fe en Dios a partir de la convocatoria de una autoridad representativa; 3) Dios mismo combate en la guerra; 4) Es una guerra emprendida contra los enemigos de la religión; 5) El fin de la guerra es imponer la verdadera religión; 6) Imponer la recta doctrina y castigar las herejías; 7) Los participantes son “santos”[3]; 8) Existe un progresión de la fe por medios no violentos; 9) Se realiza bajo la guía de un líder inspirado religiosamente; y 10) Es un fenómeno reconocido como un absoluto milagro antes o durante el conflicto (Marín, 2003).

De acuerdo a las principales tesis revisadas durante este capítulo, es posible realizar una aproximación al concepto de Guerra Santa en Occidente y entenderla como aquella guerra que se realiza por una causa justa, la cual debe ser proclamada por un líder representativo e inspirado religiosamente, con legitimación divina y directa de Dios para ofrecer recompensas celestiales, esencialmente la redención de los pecados y el martirio[4] como compensación escatológica[5], a aquellos que a través del servicio armado combatan por la fe y en nombre de Dios a los enemigos de la religión, con el objetivo de defender a la religión y los intereses de la Iglesia, y así imponer la recta doctrina y castigar las herejías.

NOTAS AL PIE:

[1] La Guerra Justa de San Agustín es una doctrina que para Jean Flori, basándose en Carl Erdmann, se origina y ejecuta a través del poder laico. Según San Agustín «El orden natural, acomodado a la paz de los mortales, postula que la autoridad y la deliberación de aceptar la guerra pertenezca al príncipe» (Contra Faustum, siglo IV), por lo que no existe una intervención directa de Dios dentro de la proclamación de la guerra, pasando ésta a ser una guerra laica, a veces interpretada como una guerra defensiva.
[2] En el Antiguo Testamento podemos encontrar los primeros vestigios de una idea de guerra ordenada por Dios. Un ejemplo claro es el Éxodo y los rasgos que acercan a la idea de una guerra en Israel.
[3] FLORI, Jean, Guerra Santa, Yihad, Cruzada. Violencia y religión en el Cristianismo y el Islam. Granada: Editorial Universidad de Granada p. 197, “Muchos guerreros cristianos afirmaron haber visto surgir, para combatir a su lado, legiones celestiales de santos, revestidos de armaduras refulgentes, que enrolaban banderas blancas y montaban sobre caballos blancos. Aquellos caballeros del cielo, según dijeron algunos, estaban guiados por los santos militares y venían acompañados de los cruzados que, matados antes por los infieles turcos, regresaban a la tierra con los santos del paraíso para socorrer a sus antiguos compañeros que seguían vivos.”
[4] El martirio se entiende como la recompensa celestial que se recibe al morir en el campo de batalla por una causa justa que se liga al sentido religioso. Existe tanto para el Occidente cristiano como para el Oriente islámico. En el caso de Occidente se pueden tomar los siguientes ejemplos:
• LEON IX, PL, en FLORI, Jean, Guerra Santa, Yihad, Cruzada…, Op. Cit., pp. 311. “Siento un gran regocijo por nuestros hermanos que han sido matados combatiendo por Dios en Apulia. Los he visto, en efecto, entre los mártires, y sus vestidos tenían el esplendor del oro. Todos portaban en la mano palmas con flores imperecederas, y me decían: “Ven, mora con nosotros, pues gracias a ti poseemos ahora esta gloria”
• RAÚL GLABER, Historiarum libri quinque, Ibídem, pp. 314. “Cómo unos monjes que fueron matados con las armas en la mano combatiendo a los musulmanes obtuvieron la corona de los mártires.”
[5] Existe una idea escatológica sobre la Cruzada, la que se debe a su contexto de milenarismo y cercanía al año mil. Ya se especulaba un fin de los tiempos y ahí radica la importancia de la liberación de los Lugares Santos de la cristiandad.

OBRAS CITADAS:

– Alphandéry, P. (1959). La cristiandad y el concepto de Cruzada. Las Primeras Cruzadas. México D.F.: Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana.

– Brundage, J. (1976). Holy War and the Medieval Lawyers. En T. Murphy, The Holy War (pág. 100). Ohio: Ohio State University Press.

– Canard, M. (1936). La guerre sainte dans le monde islamique en dans le monde chrétien. Revue Africane, 605-623.

– Cantarino, V. (1980). The Spanish Reconquest: A Holy War against Islam? New York: University of New York Press.

– Flori, J. (2003). La Guerra Santa. La formación de la idea de Cruzada en el Occidente cristiano. Madrid: Trotta.

– Flori, J. (2004). Guerra Santa, Yihad, Cruzada. Violencia y religión en el Cristianismo y el Islam. Granada: Editorial Universidad de Granada.

– Johnson, J. T. (1997). The Holy War idea in western and islamic traditions. Pennsylvania: The Pennsylvania State University Press.

– Marín, J. (2003). Cruzada, Guerra Santa y Yihad. La Edad Media y nosotros. Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso PUCV.

– Melo, D. (2007). El Islam frente a las Cruzadas. La visión Oriental, desde la escisión interna hasta la reunificación de Saladino. Intus Legere, 222.

– Riley-Smith, J. (1993). The First Crusade and the Idea of Crusading. Londres: Continuum.

– Runciman, S. (1951). A History of the Crusades – Volume 1, The First Crusade and the Foundation of the Kingdom of Jerusalem. Cambridge: Cambridge University Press.

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